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Martes, 15 de octubre 2019, 20:45
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En nuestra comarca está vinculado con el proyecto de recuperación de la cisterna romana de Zalamea y otros hallazgos en las laderas del Castillo de Arribalavilla que posiblemente pertenezcan a la población romana de Iulipa.
Trabajador y perseverante, a lo largo de dos décadas ha ido forjado su currículum como arqueólogo, una vocación que le viene desde niño. «Cuando estaba en Segundo de EGB mi padre me enseñó un yacimiento que existe en una finca familiar y desde ese momento, despertó mi inquietud por la arqueología y por conocer las culturas históricas que nos han precedido en el tiempo», confiesa.
Pese a esa inquietud en su niñez y con la humildad que lo caracteriza, relata que las circunstancias de la vida lo llevaron a recorrer otros caminos diferentes antes de sumergirse en este mundo.
«Comencé a estudiar secundaria en Cáceres y en esos años no tenía muy claro si quería seguir, así que volví al pueblo y estuve trabajando un tiempo con mi padre y hermanos en el campo. Posteriormente, retomé los estudios e hice un ciclo de electricidad y después me fui a la mili».
Al terminar el servicio militar volvió a matricularse en el instituto, siendo consciente que tenía un sueño y quería cumplirlo. «Cursé bachillerato en el I.E.S. La Serena de Castuera, y gracias a la perseverancia y el apoyo de algunas de mis profesoras terminé el bachillerato. Tras la selectividad decidí estudiar Historia pese a que era todo un retohacer una carrera de cinco años, que además todos decían que no tenía salida profesional».
A los pocos días de comenzar las clases de Historia se enteró que había un puesto a cubrir en la cuadrilla de motoserristas de su pueblo y decidió irse a trabajar a Madrid con el fin de disponer de dinero con el que afrontar los gastos del año lectivo. «Tenía claro que no quería ser una carga económica para mi familia y por eso, cada verano de la universidad trabajaba dónde me enteraba que necesitaban personal con el fin de costearme la carrera».
Y así, cuatrimestre tras cuatrimestre trabajaba y estudiaba, eligiendo las asignaturas más relacionadas con la arqueología para ir desarrollando el itinerario formativo que le interesaba.
Al concluir el segundo curso de la carrerapudo realizar su primera práctica en una excavación «Fue en el año 2000 con la excavación de la Cueva del Conejar que realizaba el Equipo Primeros Pobladores de Extremadura». Desde entonces y hasta la fecha, ha excavado en muchos lugares entre los que destacan las Cuevas de Santa Ana, Maltravieso, Atapuerca, elA´rago en la localidad francesa de Tautavel y en otros enclaves arqueológicos de Portugal, Castilla la Mancha y de la geografía extremeña.
En 2007 aprobó la oposición de arqueólogo de la Junta de Extremadura y desde entonces desarrolla su profesión trabajando en esta administración.
Confiesa que disfruta investigando y difundiendo la cultura y la historia de La Serena, participando en libros que el grupo Blogueros de Extremadura edita, por ejemplo. De la comarca destaca, como no podía ser de otra manera, Zalamea. «Es como mi segundo pueblo porque mi mujer es de esta localidad, la visito mucho y tengo también laboralmente mucha vinculación por la riqueza arqueológica que tiene».
Cisterna ¿romana?
2018 fue declarado por la Unión Europea como «Año Europeo del Patrimonio Cultural» y en mayo se inició un proyecto de revalorización arqueológica de Zalamea. Con el fin de avanzar en la puesta en valor de la llamada cisterna romana, el Ayuntamiento compró la casa en la que esta se ubica.
De esa cisterna, explica, que se hizo un primer estudio en 1963 por parte del arqueólogo Antonio García Bellido quien adscribió su construcción a la época romana ya que, según él, era parecida a otras cisternas de esa época como a la conservada en Monturque (Córdoba). «Tras los sondeos que hemos realizados en tres de sus lados exteriores han surgido nuevas hipótesis de investigación ya que, hasta ahora, no se han hallado vestigios que demuestren que esta cisterna sea más grande o tenga varias naves paralelas ni tampoco presenta la media caña típica de las construcciones hidráulicas romanas que reforzaban la zona de la pared con el suelo para que no saliera el agua». Se ha comprobado que la parte alta de ese depósito subterráneo ha sufrido varias modificaciones constructivas.
Por tanto, explica, que al haber sido utilizado este espacio hasta principios del siglo XXI, ha conllevado que dentro de él sólo hubiera enseres contemporáneos lo que limita mucho el poder adscribir su construcción mediante cultural material de su época inicial.
«La hipótesis que estamos trabajando es que pueda ser de época medieval o bajomedieval. Confiamos que durante el desarrollo de las obras se puedan obtener nuevos datos que permitan concretar mejor el contexto funcional e histórico de ese antiguo depósito hidráulico».
De confirmarse esta hipótesis, Guerra explica no le habría de restar, en ningún caso, el valor patrimonial a esa cisterna «ya que la monumentalidad de este bien y la información que se obtenga conformará otra pieza más del puzzle histórico de Zalamea».
La antigua lulipa
Al hilo de los trabajos arqueológicos ya expuestos, el Ayuntamiento también propuso hacer algún sondeo en un solar de olivar que existe entre las calles Castillo, Pilar y Sevilla ya que se veía algo de material cerámico en superficie.
«Llevamos a cabo una primera excavación detrás de las casas de la Calle Sevilla. En él se documentaron varias fases de ocupación de época romana conformadas por estructuras de piedras trabadas con barro y diferentes niveles de uso que a posteriori habían sido cubiertos». Parte de esos vestigios, explica, parecen estar relacionados con contextos de hábitat doméstico.
Asimismo, detalla que se comenzó un segundo sondeo en la zona noreste de ese solar, aunque no se pudo excavar hasta niveles geológicos por no disponer de operarios. «Los vestigios romanos que hemos localizado ahora en ese olivar de la ladera sur del cerro de Arribalavilla, los localizados años atrás en el castillo y los testimonios de vecinos de hallazgos de cerámicas y exvotos cuando se construyeron las casas de la calle Sevilla nos permiten empezar a conocer parte de la antigua ciudad de Iulipa».
Por su parte, explica que el Dystílo al ser un monumento funerario debería estar fuera del perímetro amurallado, es decir fuera de Iulipa, porque los cementerios romanos se hacían en los caminos de salida de las poblaciones. «Esperemos que en los futuros años se pueda seguir avanzando en el conocimiento del urbanismo romano de Iulipa y de las diferentes culturas que han poblado este lugar».
Tras los primeros estudios realizados en estos puntos de la localidad, Guerra declara que Zalamea es un municipio que nunca va a dejar de sorprender por la riqueza arqueológica que esconde en sus suelos y por su importancia cultural. «La considero el epicentro religioso de nuestra comarca y lo ha sido a lo largo de la historia. Desde el palacio santuario tartésico de Cancho Roano, la Cueva del Valle, en la que se recuperaron figurillas de arcilla tanto masculinas como femeninas, brazos o piernas, que debieron ofrecerse en algún tipo de culto parecido a los realizados hoy en día en lugares como Fátima».
Posteriormente, relata que en el siglo XV en una dehesa de la actual Higuera, que entonces era pedanía de Zalamea, según dicen se produjo una aparición mariana y por ello, Juan de Zúñiga tomó la decisión de hacer la Ermita de Nuestra Señora de Altagracia. «Cada año iban en procesión hasta Zalamea y tuvo el protagonismo hasta la construcción de la capilla que con el Cristo de la Quinta Angustia en el siglo XV, que continúa a día de hoy siendo el punto de peregrinación de la comarca».
Tras hacer un repaso por la historia de nuestra localidad, de la riqueza de su extenso patrimonio, de la huella que han dejado las civilizaciones y de la importancia religiosa y cultural que ha tenido a lo largo de los tiempos, Guerra concluye haciendo un alegato a las instituciones para que se mejore económicamente las políticas en relación al patrimonio. «Me encantaría que las personas formadas en arqueología, historia o turismo pudieran trabajar en nuestra comarca. Es una realidad que la revalorización del patrimonio histórico es un importante nicho de empleo, que atrae nuevos turistas y que puede ayudar a mejorar el desarrollo económico de las poblaciones con grandes recursos patrimoniales como las nuestras y hemos de trabajar para que eso sea posible».
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