

Juan Pablo Rodríguez lleva 26 años dedicándose a la enseñanza. Dedicarse a este trabajo es, en su caso, puramente vocacional. Nunca ha pensado que se haya equivocado de profesión, al contrario, considera que acertó de pleno. Sin embargo, cree que si no hubiera sido profesor, se hubiera dedicado al periodismo.
–¿Cuántos años lleva ligado a la educación?
–Pues desde 1993...26 años.
–¿Y en el cargo de director?
–He sido miembro del equipo directivo del centro desde el curso 2004/2005. Como director del centro, este es mi tercer curso.
–¿Cómo fueron los inicios de este instituto?
–Yo los calificaría de entrañables. El primer curso, en 1999, el claustro estaba formado por poco más de veinte profesores, por lo que la relación entre nosotros era muy familiar y cercana. Poner en funcionamiento un centro educativo nuevo es un reto, pero un reto ilusionante.
–¿Qué proyectos está desarrollando el centro en la actualidad?
–Una de las señas de identidad del IES 'Antonio de Nebrija' es, sin duda, la participación de toda la comunidad educativa en aquellos proyectos que aporten beneficios al alumnado. Este curso académico no podría ser de otra forma y el centro continúa desarrollando un notable número de ellos. No podría especificar cuál es el más destacable puesto que todos ellos, de por sí, son tan interesantes como productivos: hay proyectos enfocados a la mejora de la convivencia, como el de ayuda entre iguales o la 'Autoescuela del Nebrija' que están dando unos resultados muy útiles en las relaciones entre alumnos; hay otros como 'CITE' o 'Librarium', incluidos en los programas 'Innovated' de la Consejería de Educación y Empleo que apuestan por las nuevas tecnologías para la elaboración de materiales o el uso de una biblioteca virtual...No puedo olvidarme tampoco de la apuesta por la adquisición de la competencia idiomática en inglés gracias a proyectos como la sección bilingüe o la participación en proyectos Erasmus + o los intercambios bilaterales; la implicación del centro con el pueblo gracias al proyecto de 'Arte urbano, arte público'; el festival de obras breves de teatro, 'Extremeses', que ya ha cumplido diez años; nuestra semana solidaria en la última semana lectiva de cada diciembre, el huerto escolar o 'AulaNatura', o los centrados en la atención a necesidades específicas de los estudiantes, como el programa 'Impulsa' o 'Proyect@'.
–¿Podría contarnos algunas anécdotas de sus años como profesor?
–De mi inicio como docente, recuerdo una de las más entrañables. Impartía clases de alfabetización a personas mayores, y una señora vino ilusionadísima a clase porque había ido al supermercado y había sido capaz de leer, por primera vez y sin ayuda, la palabra 'oferta'.
–Enseñar a los adolescentes a veces puede resultar muy difícil, ¿cual diría que es una de sus virtudes más destacadas para hacerlo?
–No se puede enseñar sin empatía. Afortunadamente, trabajamos con personas a las que hemos de formar, y la mejor manera de calar en ellas es mediante una atención individualizada que le aporte, a cada alumno, la herramienta adecuada.
–¿Piensa que hay cosas que mejorar en el sistema educativo actual?
–Todo es mejorable. Nuestro sistema educativo actual sufre modificaciones constantes al no haberse implantado, todavía, una ley de enseñanza consensuada por todos los grupos políticos. Si vivimos en una sociedad en la que percibimos un cambio permanente, hemos de disponer de una ley que garantice una enseñanza de calidad, independientemente de quien gobierne. De nada sirve tener los mejores ingenieros aeroespaciales si esas mismas personas pertenecen a manadas, agreden a mujeres o no respetan las manifestaciones culturales diferentes a las suyas. Debemos abogar por un sistema educativo inclusivo en su totalidad, que responda a las necesidades de nuestra sociedad, pero a todas, no solo las del conocimiento. Necesitamos contar, a nuestro alrededor, con personas humanas. Y la educación de calidad es la mejor manera de conseguirlo.
–Los profesores enseñan mucho a los alumnos, pero también a veces ocurre al contrario. ¿Qué cree que le han enseñado ellos durante todos estos años como profesor?
–Creo que han reforzado mi idea de que todo esfuerzo obtiene su recompensa. He sido testigo, en todo este tiempo, de la capacidad de los alumnos de reponerse tras un fracaso (si es que un suspenso puede serlo) y sacar fuerzas de flaqueza para lograr el aprobado; de cómo la mayoría de ellos han encontrado lo que les aporta y les hace sentir bien. Los alumnos son un ejemplo de adaptación a las circunstancias, tanto a las favorables como a las desfavorables.
–¿Qué es lo más complicado y lo más gratificante de ser profesor?
–Evaluar es lo más complejo. Ser consciente del esfuerzo de cada alumno y plasmarlo en un número de entre uno y diez no es nada fácil por trivial que parezca. Tampoco es sencillo motivar al grupo de adolescentes que tienes delante para que les interese y quieran conocer todo aquello que intentas inculcarle y que no necesariamente tienen que ser contenidos. Creo que lo más gratificante puede ser hacer tuyos sus logros, compartir con tus alumnos haber alcanzado su meta, y que no tiene que por qué ser una matrícula de honor en bachillerato, que también, sino simplemente pasar al curso siguiente con la satisfacción de haber realizado un buen trabajo.
–El instituto cumple su 20 aniversario este mes. ¿Cómo resumiría todos estos años de docencia del centro?
–Estos veinte años han sido un proceso continuo de adaptación, de superación de retos y de contribución a la educación en Zalamea y en to- dos los pueblos de los que recibimos alumnos. Nos hemos adaptado a las nuevas enseñanzas, con todos los cambios de legislación que hemos sufrido, para ir incrementando la oferta educativa, que se ha plasmado en la implantación de Bachillerato, del Ciclo Formativo de Actividades Comerciales y de Formación Profesional Básica, de la sección bilingüe en inglés, del apoyo al alumnado mediante programas de éxito escolar...; de superación de los pequeños retos que se nos iban planteando a diario, personalizados, más que esos grandes desafíos que nos venían impuestos; y a tener siempre en mente que cada una de nuestras acciones docentes estaban contribuyendo a la formación, a la educación y al acercamiento directo de la cultura a los jóvenes de nuestros pueblos. A todo ello ha contribuido de manera muy notable el excelente ambiente de trabajo que se respira en el claustro de profesores y en el personal laboral del instituto. Un buen ambiente que cala en nuestro quehacer diario.
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